La Odisea de Jin´an a Hangzhou
Uno de los viajes que se nos han quedado grabados a fuego en la retina y del que más nos reímos cuando lo recordamos es el que hicimos en autobús desde Jin´an a Hangzhou, intentando salir de la ratonera en la que nos habíamos metido
El día anterior bajamos de Tai Shan sobre las cuatro de la tarde y todavía teníamos tiempo de ver el inmenso complejo de templos, Dai Miao, uno de los mayores de China. Estábamos tan reventados y, sinceramente, tan saturados de ver templos que sólo llegamos hasta la puerta y tres cuartos de lo mismo nos asó con la iglesia católica de la misma ciudad…
Nos fuimos a cenar algo y, sin más rodeos, a dormir un poco viendo lo que podría ser un nuevo y duro día de improvisación y llamadas a la suerte.
A las seis de la mañana estábamos con los macutos esperando como clavos a que el pequeño autobús nos trasladara de Tai´an a Jin´an, donde supuestamente teníamos una reserva de dos billetes a nombre de Fang Da Wei (mi nombre chino)…
Curiosamente todo salió bien, llegamos a la estación prontito, saliendo a las 6 de la mañana no podía ser de otra forma, y nos fuimos a comer unos Jiao zi y unos chaomien. Fuimos a la taquilla que nos habían indicado y sorprendentemente tenían listos nuestros dos billetes. La fiesta cesó cuando vimos el autobús y donde estaban nuestros asientos, ¿asientos? No, camas. Un autobús de 35 camas en el que no se podía ni pasar de frente, había que atravesar los pasillos de perfil a la vez que rozábamos con espalada y tripa las dos camas que los flanqueaban. Para más INRI, nos tocaron las dos camas en la fila central y al lado del cuarto de baño. ¡Ah! Olvidé comentar que era un viaje de quince horas, de día y tumbados. A mitad de camino una dulce niña china, traída por su padre, echó hasta la primera papilla a nuestra izquierda con lo cual estuvimos medio viaje entre olores que luchaban entre sí por ser los peores del mundo.
Si esto parece chungo, no os podéis imaginar lo que pueden ser las vías de “servicio” en una zona poco desarrollada con las masas de gente que volvían de vacaciones… no había cosa más anti-higiénica que eso. Yo intenté entrar en uno de los servicios para chicos: un cubo de hormigón de 4x4x2. En el perímetro un pequeño surco para hacer las necesidades y cada metro un tabique separador de unos 50cm de altura con lo que tu entrabas en el sitio y veías a todo el mundo actuando como podía (y algunos con manifiesta comodidad) mientras hablaban entre ellos o llamaban por el móvil. Considero que estoy curtido en viajes en condiciones no favorables… pues de allí salí dando arcadas.
En otras de las estaciones de servicio simplemente se disponía de una pared con un surco para todos, con lo que te pones en la línea (los que podían) y con mucho cuidado de no rozar a los demás, procedes.
Cuánta escatología junta, lo siento por eso…pero esto no fue todo. Tras catorce horas y media de viaje un alarido que parecía ¡Hangzhou! Nos indicaba que llegábamos a nuestro destino…pero, ¿dónde estábamos? Estaba oscuro, en medio de una autopista vacía y con un paisaje de descampados tanto a izquierda como a derecha sin atisbar ningún rastro de luz o civilización…¿cómo podía ser? Con cierto acojone encima, esperamos un poco y apareció esa lucecita verde que no podía ser otra cosa que un taxi. Compartimos durante un rato con otra chica y por fin tras unoc veinte minutos llegamos a casa…
Una de las imágenes de esta pequeña Odisea:
Etiquetas: Relatos y Anecdotas
1 Comments:
Jeje, es lo que tiene moverse por China en autobús. Al final si te descuidas acabas hablando casi más de las odiseas que de lo realmente has visto.
Yo creía que como el centro de la China costera estaba más desarrollado no pasaban esas cosas, veo que están como en Manchuria.
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